En ocasiones fugaces como ahora dudo de la veracidad de aquellas conexiones inter-espirituales. ¿Son ciertamente los espíritus por sí y gracias a sí mismos quienes se atraen entre ellos? ¿O es acaso que el espíritu de cierta materia es tal alquimista capaz de convertir la nada en al menos un poco de éter? O quizá el espíritu tiene la capacidad de dividirse a sí mismo en otros espíritus, cualidad presuntamente exclusiva del Eterno, para así presentar ante el carcelario uno de los tantos clones que satisfaga sus deseos eróticos y psíquicos.
No importa al final si el espíritu es un vil ilusionista, alquimista, genetista o simplemente un átomo de completa sinceridad. Porque lo que resulta innegable a pesar de su incógnita labor es el mérito de ganar los aplausos de su público, el respeto y la gratitud del espectador más importante.
No importa al final si el espíritu es un vil ilusionista, alquimista, genetista o simplemente un átomo de completa sinceridad. Porque lo que resulta innegable a pesar de su incógnita labor es el mérito de ganar los aplausos de su público, el respeto y la gratitud del espectador más importante.
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