3 dic 2008

Sed de Sangre

El hombre es por naturaleza un ser sediento de sangre, aunque desde el comienzo de su tiempo siempre ha tenido el concepto errado al creer que aquel líquido vital es el agua. Ahora, no conforme con agotar el agua de su morada, se dispone a derramar la sangre que sea necesaria para cubrir su sed, mientras desconoce que sus instintos primitivos no tienen culminación, porque son castigos materiales del Eterno.

Plasma de color hipnotizador que levanta a los caídos y se desperdicia deliberadamente entre los campos, las ciudades, los desiertos y los valles.

Este deseo primario de cazar no tiene como fin la muerte ni es alentado por un motivo maligno. Su finalidad es la debida: expulsar la energía contenida, y su motivación no es otra que la misma justicia intentando equilibrar la balanza.

No quiero arrebatar de las manos de Dios una vida porque temería por la mía, sólo quiero comer un trozo de su carne, beber un sorbo de su sangre y oír sus palabras entrecortadas expresando arrepentimiento y rogando por perdón. Oler el mismo miedo que me impuso, la misma incertidumbre evaporándose después de brotar por sus poros. La humedad de sus manos deseando ahogarlo para evitar tal masacre.

“Una mordida mía bastará para sanarle”, no me importa que saludable dedique su vida a otra que no sea la mía. Si es pues la mordida la cura para su mal ¿por qué habría yo de ser señalado como maligno cuando en realidad soy caritativo?

Espero que al ingerir su carne todos sus contaminantes sean derrotados por mi ejército defensor que para ello les abastecí de armas y municiones con su palabra de entregarme la victoria. Porque si sus intrusos males llegasen a mezclarse con los míos me convertiría en un ser despreciable pues tengo sólo lo suficiente. No necesito más arrogancia, no necesito más ignorancia, no necesito más deshonestidad.

Espero que al ingerir su sangre la cual está mezclada con veneno no se atrofie mi sistema y se apague de repente. Es bueno saber que preví toda catástrofe y adquirí toda poción útil para evitarla. En la herida recién hecha le dotaré de un par de gotas de mi sangre que si bien no purificarán la suya exterminando el veneno, sí logrará darle la tonalidad calidad que tanto necesita.

Soy un hombre sediento de sangre, no siempre pero sí de repente. No puedo negar la necesidad esporádica de algo vital que fluye dentro de mí, así como no puedo negar que el blanco está en la mira y al menor de sus movimientos atacaré con cautela pues es lo que me corresponde hacer. Lo que el juez sentencie al acusado no lo sabré, pero confío plenamente en él.

 

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