En tus pupilas noto luz y polvo: galaxias danzando en el oscuro Universo que son tus ojos. He encontrado misteriosos círculos en los campos del Iris que viste el otoño; con esas plantas que habrán de alimentarnos, enterradas en el alma.
Anuncian la llegada de las Espirales que alguna vez se perdieron en nuestras miradas. Vienen a llevarse nuestras pestañas y crear con ellas las alas de sus pequeños hijos: fractales recién nacidos que se retuercen en cunas de algoritmos, que juegan con lo que llamamos Destino.
Espiral Madre y Espiral Padre, se les ve a lo lejos siendo Uno, mientras giran en su eterno apareamiento. Entonces Espiral Padre se viene, una vez cada mil años, y su ADN en forma de polvo nos cae en los ojos; volteamos al cielo para limpiarnos con luz y ser cegados por el Sol, qué atrevidos.
Así es como se crean galaxias y se pierden Espirales en nuestras miradas. Así es como el Destino es el juguete de los niños y el arma que hiere a los adultos. Así es como quedamos ciegos cada cierto tiempo: para no ver el caos en ojos ajenos sino en los nuestros y, cuando sanemos, poder mirar al Sol sin miedos.
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