No puedes quemar las cenizas pero sí hacerlas volar.
Ya no eres el incienso que, sin ser encendido, aromatizaba la alcoba. De canela y rosas era tu aroma.
Te consumiste arrojándote a las manos de enfermos piromaníacos que más allá de complacer a su olfato buscaban prenderte fuego y verte caer, gris, frágil, volátil al tacto.
Tú y yo sabemos que el olor a quemado despertaba a esa musa vagabunda que dormía bajo tus labios. Trataste con todo lo que estaba a tu alcance pero sólo con el perfume de tu cuerpo incendiado podías tenerle de frente y así ella te contaba historias de amor y muerte que tú transcribías con tu pluma fuente.
"Quémame, para verle". Les repetías a los fanáticos idólatras de la Flama.
"Que el calor materializado se apodere de mí, pues mi sangre ya no hierve como antes y la carne cruda dejó de considerarse platillo para un festín". Les repetías a las bailarinas en su danza de las velas perpetuas.
"Soy combustible, comburente y combustión. Miren estas pestañas, serán las que abaniquen los tornados de purificación que arrasarán conmigo. Trayendo brisa de inspiración para las pieles que se secan al Sol". Les repetías a quienes te observaban con lujuria, morbo y compasión, momentos antes de encenderte.
¿Recuerdas cuando fuiste en busca de Vulcano? Quién si no Dios mismo para poseerte. Atravesaste campos sin vida y sin aire, materia oscura pariendo estrellas distantes, arcos de luz que como faros mostraban caminos engañosos a los caminantes. Todo para nada. Hasta que un día un hombre con cigarrillo en mano te tocó el hombro y con sus ojos dijo "soy Vulcano, me estabas esperando". Te entregaste sin dudarlo pero era simplemente un fanático de la Flama.
Regenera tu cuerpo. Abre tu boca, que entre tu aroma. No lo dejes ir.
Cuando la Flama se apague sus fanáticos arderán, es una ley de vida.
1 comentario:
Eres malo de cojones, vas a pasar más hambre que un tonto.
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