Límites del antiguo imaginario para el idealista contemporáneo. Todo tipo de ellos: De lunas, de soles, de husos horarios; de mareas, de amores, de recuerdos prestados.
Muros invisibles que se construyen por sí mismos, de arriba hacia abajo, silentes y nostálgicos. Que te encierran y te castigan, porque eres masoquista pero sobre todo humanista.
Neuronas sádicas que se cogen de las dendritas para formar una entidad consciente que pueda desprenderse de tu cabeza inerte.
Círculos de fuego que no alumbran, que sólo saben quemar y dar vueltas. Te rodean. Te intimidan. Te marean.
Dale un nombre a cada límite. Escríbelos en tu frente. Recuéstate en un parque. Coloca migajas de pan sobre tu frente. Deja que las aves destruyan tus límites y que vuelen de vuelta a sus nidos para contarle a sus hijos cómo liberaron a un hombre acechado por demonios y guardias inexistentes, en una prisión invisible.
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